EL
ECLIPSE DE LAS MARCHAS
Un juego de medios
Una investigación de la Universidad Externado evidencia cómo los medios cuentan las noticias, lo que detallan y dejan pasar, y cómo esto define la percepción histórica de la población sobre las protestas sociales.
El Eclipse
Ya no son estudiantes marchando, son encapuchados; tampoco son manifestantes, son vándalos; incluso ya no son protestas, sino desmanes. Hay una relación directa entre lo que sabemos y pensamos y lo que cuentan los medios de comunicación, pues para la gran mayoría son la única fuente para saber qué pasa en el país. Comprender cómo los medios interpretan y cubren los hechos de protesta, es entender en gran parte por qué no suceden cambios estructurales.
De esto se dio cuenta el grupo de investigación en Comunicación Política de la facultad de Comunicación social – Periodismo de la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Nacional de Quilmes en Argentina, quienes edificaron un complejo estudio encaminado a entender el contexto de las protestas sociales que se dieron en Colombia en los años 2011 (marcha estudiantil) y 2013 (paro agrario). El libro, producto de la investigación, se llama Movilización social en Colombia y es el resultado de 2 años de trabajo en conjunto con los estudiantes de semillero de investigación de comunicación.
El proyecto, encabezado por la investigadora Victoria Elena González, identifica qué motivos tuvieron estos dos grupos para organizarse y alterar el orden público, y cómo lo hacían. Muestra también la comparación del cubrimiento de 5 medios digitales (eltiempo.com, elespectador.com, semana.com, el colombiano.com y la silla vacía.com) y cómo, usando el poder periodístico sobre la opinión pública, estos medios creaban la realidad que les convenía.
“Los medios tienen una cantidad de creencias, ideologías, dueños, prejuicios y, a partir de eso, presentan la información”, dice la profesora Victoria. Entonces, es muy probable que si usted lee un medio de comunicación que apoya la protesta como única ruta a la apertura de soluciones estructurales de los gobiernos, termine pensando en eso; que si usted escucha todo el tiempo una emisora que condena la protesta social como un foco de delincuencia, termine pensando que los que protestan son delincuentes; también, si solo ve las noticias de ciertos canales, que se afanan en mostrar las afectaciones a los comercios y pasan por alto los pliegos de peticiones, es casi seguro que va a terminar afirmando que manifestación es igual a destrozos a la ciudad y afectación a la economía.
Por eso es importante conocer la teoría base de la investigación, que se relee varias veces en el libro. La teoría del framing es un punto de vista a la hora de analizar a los medios de comunicación. Implica que son muchos elementos los que condicionan aquello que se muestra en la prensa, como los intereses económicos de sus accionistas, estereotipos, valores, mitos y realidades políticas. Desde ahí, se asume que los medios procesan la realidad social que presentan a sus espectadores y crean las posibles interpretaciones de los hechos noticiosos.
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Entonces, ¿por qué no funcionan las marchas?
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Los cambios estructurales del orden nacional se cocinan en las altas esferas y, si no se tienen en cuenta los ingredientes involucrados en la receta, puede estropearse todo el menú. Hay ocasiones en las que los comensales (la ciudadanía) tienen que exigirle al mesero (los medios) que su plato se mejore, que se cocine bien o se retire un pelo. Los cocineros (el Presidente y el Congreso) a veces no entienden el mensaje o se demoran 30 minutos calentando una sopa.
Y el gran problema, que muchos intuyen, es que hay excelencia en aparatos de comunicación entre los medios y la ciudadanía, pero no entre los gobiernos y la gente. Es en los medios donde se plantean los debates que todos escuchan, a los que le prestan atención. Entonces, si los medios tienen que ser esos puentes y, aparte, tienen de nacimiento ideologías, sesgos, dueños y creencias, los mensajes en general, los repertorios de acción y lo que deberían ser las soluciones, están siendo escritos en las esferas superiores.
Con la descontextualización viene la mala interpretación y lo que este estudio reveló es que en Colombia reinan la nota fugaz, los hechos aislados y sin conexiones históricas, sociales ni económicas. A corto plazo son fulminantes para los movimientos, pues eliminan la credibilidad de los problemas sociales y evaporan las exigencias al gobierno, reemplazándolas por las consecuencias de los enfrentamientos violentos, casi siempre presentes, inmanejables e inevitables cuando el inconformismo es intenso en grupos tan grandes.
Muchas marchas han terminado en promesas de reformas, de modificación de políticas o el cumplimiento de los pliegos de peticiones (obviamente negociados). Pero casi siempre dejan una estela de estigmatización por los cubrimientos de la prensa de los actores involucrados en la protesta.
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Cualquiera puede ser el malo en una historia mal contada.
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Este año y el anterior se ha vivido en Bogotá una nueva jornada de protestas sociales, protagonizada por los estudiantes de universidades públicas y privadas.
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Haga click aquí para ver imágenes de la primera línea de las marchas del 21 de noviembre de 2019.
*Todas las fotos por Brenda Mora
MARCHAS ESTUDIANTILES DE 2011
Era marzo de 2011 cuando en el Congreso de la República se concertaba una posible reforma a la Ley 30 de 1992, que especificaba las regulaciones a la educación superior en el país. Para esa época, la clase media no podía cubrir los costos de una universidad privada y las públicas eran caras para los ciudadanos de bajos recursos.
Esa reforma no iba a mejorar las cosas, de hecho, pretendía atraer inversión de privados a la universidad pública, lo que terminaría por privatizarla. A largo plazo hubiera sido un completo caos; si con el gobierno manejando los ingresos ya había problemas, imagínese con privados involucrados. Fue por esto que, a principios de ese año, hubo una mezcla entre grupos que se creían diferentes. Esta reunión tomó rápidamente un aliento institucional, llamándose MANE, Mesa Amplia Nacional Estudiantil, y desde el debate académico se proponían maneras de poder aportar de alguna manera al contenido de la reforma ya radicada.
Luego comenzaron las manifestaciones. Afanados por ser escuchados, los estudiantes recurrieron a lo que se llama “repertorio de acción”; se vestían de súper héroes y marchaban, hacían besatones, abrazatones, cacerolazos y plantones pacíficos. Pero la naturaleza de lo que pasaba en esas marchas solo la entendían quienes participaban de un lado o del otro. El resto de nosotros tuvimos que enterarnos por medio de lo que leíamos en el periódico, escuchábamos en la radio o medio veíamos en los titulares en las páginas online de la prensa.
Para saber cómo los medios interpretaron esto, en la investigación se utilizó una matriz donde se organizó toda la información encontrada en 103 artículos publicados en las plataformas de los cinco medios estudiados, con el fin de compararla con facilidad.
Una vez organizada la información, fue más fácil interpretar y concluir las verdaderas intenciones de cada medio respecto a la protesta.
Aquí viene la más importante arista del análisis, pues quisieron responder a las preguntas: ¿qué responsabilidad tiene el gobierno en las marchas?, ¿qué responsabilidad tienen los actores sociales? y ¿a quién se atribuyen los actos violentos?
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El objetivo era identificar cómo y con qué frecuencia se exponía el contexto de la noticia, en la noticia. Se entiende el contexto como los hechos de fondo, las razones y los antecedentes que permiten entender claramente los sucesos sociales. El contexto permite que las situaciones trasciendan y no queden como hechos aislados, carentes de conexiones socio políticas y culturales.
Sin contexto es imposible atribuir responsabilidades, de hecho, es facilísimo malinterpretar las cosas.
Se dieron cuenta que menos del 20% de las noticias publicadas entre octubre y noviembre de 2011 tenían el contexto explicado dentro del producto. Eso pudo ser un simple y desafortunado descuido de los periodistas o una compleja decisión planeada para orientar la percepción de la población a conveniencia de los medios y sus dueños.
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Los hallazgos de la investigación permitieron concluir qué responsabilidades aplicar a cada quién.
Al gobierno se le atribuye la responsabilidad de haber retirado el proyecto de reforma de la Ley 30 y de haberse mostrado débil. También se lo culpa de no contar con el personal necesario para manejar mejor el tema de los estudiantes.
Al sistema de educación, se le tilda de “elitista”, por los excesivos precios de sus matrículas.
Sobre los estudiantes no hay culpabilidad por su movilización, se cree justa. Pero sí hay descontento por los días de inactividad y la congestión vehicular en todas las ciudades. De hecho, son reconocidos los repertorios de acción como los besatones, desnudatones, abrazatones y marchas en disfraces por ser innovadores y pacíficos.
Los medios se enfocaron mucho más en la terminación de las marchas y en el retorno de los estudiantes a las aulas como la solución del problema, que en la resolución de las peticiones propuestas por el MANE.
Para los estudiantes hubo gran espacio en las páginas de muchos medios, de hecho, se difundió su pliego de peticiones en uno de ellos.
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La voz de los estudiantes es tomada más veces como fuente, que las mismas declaraciones del gobierno. Esto significa que pudieron expresar más sus ideas, peticiones y planteamientos que el Estado.
Los estudiantes se muestran como los grandes vencedores de las manifestaciones y la eliminación de la reforma a la Ley 30 es prueba del éxito.
Aunque este análisis merece mucha más tinta, es evidente cómo el tratamiento que los medios hacen de los hechos desvía el foco de atención para la población en general. En el fondo, esta investigación hace un llamado a consultar a profundidad los contextos de las protestas sociales, para no vernos obligados a creer solo lo que los medios explican con afán.
Aunque esta protesta culminó con la eliminación del proyecto de la reforma de la Ley 30, la manera como los medios exponen las manifestaciones da mucho qué desear. Ya estamos en 2020, y vemos cómo la maña de descontextualizar y presentar los hechos como episodios aislados hace que la población se enemiste entre sí. Del otro lado, las alianzas de medios, empresarios y gobierno coaccionan con una idea general: hay que volver a la “normalidad”.
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Imágenes tomadas de Movilización social en Colombia.
MARCHAS CAMPESINAS DE 2013
Fue la primera vez que paneleros, cultivadores de caña, papa, cebolla, café, frutas y verduras se unieron en una sola protesta que paralizó al país entero. Los motivos: los TLC empobreciendo al campo, al imponer condiciones abusivas y precios deplorables a los productos colombianos; la prohibición del uso de semillas colombianas a cambio de comprar las de multinacionales como Monsanto, que llevaron a la pérdida los almacenes de semillas nacionales capaces de producir comida de excelente calidad.
Entraban productos del extranjero a menos de la mitad del precio de productos que también se producen en Colombia. Se perdieron muchas cosechas. Los insumos eran tan caros, que muchos agricultores tuvieron que optar por otro tipo de cultivos, no tan legales; era cuestión de hacerlo o no comer.
Entonces, a finales de junio de 2013 se levantó un gran paro llamado Paro nacional agrario, que ocupó la agenda durante tres meses del Gobierno de Juan Manuel Santos. Este paro en especial fue muy importante porque confluyeron muchos actores y fue primordial el cubrimiento de estos. Los medios de comunicación desplegaron sus aparatos de realidad social, haciendo que los campesinos se vieran como enemigos del orden público.
Las acciones empezaron con un cese de actividades de los trabajadores de diferentes tipos de cultivo. Luego se extendieron hasta las carreteras principales a finales de agosto, cuando los sectores de la minería artesanal, algunos gremios de transportadores, sindicatos, estudiantes y trabajadores de la salud apoyaron oficialmente al Paro agrario.
Un detonante, reflejo de todo el cubrimiento de los medios y la seriedad con la que el gobierno tomó el paro, fue una frase que dijo el expresidente Santos:“Ese tal paro agrario no existe”, en un acto conmemorativo por la muerte del subintendente Luis Mauricio Torrado Marín de la Policía Nacional durante una operación de desbloqueo en la vía Pacho-Zipaquirá, Cundinamarca.
Pero estas protestas fueron más difíciles de entender que las de 2011, pues estaban tan alejadas de la ciudadanía que, ahora sí, la opinión pública dependía de los medios de comunicación casi en su totalidad. El estudio analizó un total de 845 notas, crónicas, reportajes y boletines que se difundieron por los 5 medios antes mencionados.
Las interpretaciones que tuvieron los medios de los hechos y los análisis que publicaron en sus productos fueron organizados en la misma matriz del estudio de 2011 y con la misma perspectiva del framing. Con todo y todo, resuelven las tres mismas preguntas: ¿qué responsabilidad tiene el gobierno en las marchas?, ¿qué responsabilidad tienen los actores sociales? y ¿a quién se atribuyen los actos violentos?
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El contexto es, como se expresa en el apartado de las marchas estudiantiles, el encargado de una adecuada interpretación y entendimiento del hecho noticioso. En el cubrimiento del Paro de 2013 hubo una relación un poco alarmante, pues apenas el 6% de los artículos publicados en los medios tenían un formato temático (con contexto).
El estudio encontró lo siguiente en respuesta a las preguntas centrales de la lectura de los medios.
Varios columnistas coincidieron en que el problema en el campo es de antaño y adjuntan la responsabilidad a Juan Manuel Santos por no tomar las decisiones oportunas para solucionar el problema.
Otros medios otorgaron la responsabilidad a Santos por centrar su atención en los Diálogos de paz en La Habana y dejar pasar los pliegos de exigencias de los campesinos. Incluso se llegó a culpar al Tratado de Libre Comercio, como detonador del inconformismo.
Hacia los campesinos no hubo atribución de responsabilidad por movilizarse, pero si hubo descalificaciones por permitir infiltraciones de grupos armados al movimiento y por participar en actos violentos.
En muchas piezas tipo noticia se enfocan más en la solución de movilidad y orden público, que en el diálogo y la negociación de los puntos que exigían los manifestantes.
¿A quién se le dio más voz? Pues, al contrario del cubrimiento de las protestas de 2011, el gobierno tuvo mucha más voz y los campesinos tuvieron un tercio del espacio dedicado al paro en los periódicos.
En esta protesta es menos obvio saber quién triunfa y quién es derrotado. De nuevo aparece la imagen de un gobierno débil y también se resta validez a las pretensiones de los campesinos, por la manera en que actuaron, el uso de violencia, bloqueos de vías y quemas de camiones y buses.
En los análisis sobre los costos económicos para resolver el problema del agro surgieron múltiples asuntos de interés nacional tales como la sustitución de cultivos ilícitos, la implementación de las Zonas de Reserva Campesina, la distribución de tierras, la disminución de los aranceles en los insumos agrícolas y la falta de presencia del Estado en muchas zonas del país. "Aquí prima la controversia claramente matizada por posiciones ideológicas de los diferentes columnistas y editores" (tomado de la presentación en Cartagena del libro Movilización social en Colombia).
Aunque para finalizar el paro, el gobierno hizo 88 promesas, trascurrido un año de terminado, solo 14 se habían materializado y el impacto negativo profundo fue la pérdida de confianza en el agro colombiano y en los campesinos.
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Imágenes tomadas de Manifestaciones sociales en Colombia.
Seguramente muchos colombianos son testigos de cómo los medios priorizan algunas noticias sobre otras. De un momento a otro el matrimonio del Príncipe Harry de Inglaterra es más importante que las reformas a la salud, la pensión y el trabajo, pero los ciudadanos somos coautores de la gruesa estrategia mediática que se ejecuta en la elevada esfera. Los enormes focos de la prensa reemplazan el protagonismo de la cosa social por el entretenimiento y teatro político. El deber del ciudadano con la información no es solo recibirla y adoptarla, sino entenderla, compartirla y direccionar su voz a derrotar la injusticia y desigualdad. Mientras los medios de comunicación sirvan a la política y a los dueños del país, su juego será siempre satisfacer el hambre de los poderosos.